Cuando empecé este blog hace menos de una semana, los desahucios tenían
una vigencia que debían haber tenido desde hace mucho y que, a pesar de todo lo
ocurrido, continua. Sin embargo, no sé muy bien qué decir. Miento: no sabía muy
bien qué decir hasta hoy.
No quiero seguir sin considerar una falta de respeto a la dignidad de
todas aquellas personas el olvido en el que se encuentran por haber sido
desahuciadas de sus casas más allá de los últimos cuatro años. Obviamente, en
estos años de crisis económica el número se ha disparado, y es un agravante de
suma importancia, pero la ley es de hace más de un siglo, y eso son muchas
familias.
Un desahucio es que te echen de casa… según la Real Academia Española
(tercera acepción). Según el Gobierno y la política en general –la coherencia
es un don-, es un drama social, pero parece que su drama es este:
drama.
(Del lat. drama, y este del gr. δρᾶμα).
Un desahucio es que tus hijos
estén llorando porque no tienen para merendar o porque no les puedes pagar la
excursión del colegio, o que te lleguen cartas certificadas, o que abras el
frigorífico y parezca tu estómago; que te mueras de vergüenza por que se
enteren los amigos, el trabajo y los vecinos, que te sepas una carga para
suegros y padres, que intentes sin éxito hablar con el banco, con las
asociaciones y, por lo menos, consigas llevar a los niños con tus cuñados para
que no vean a la policía sacarte de casa. También es que se derrumbe el sueño
americano en España desde hace cincuenta años: estudia tu carrera, que el
trabajo estable te lo ponemos para que te compres una casa, dos coches y vayas
comprando electrodomésticos que gasten más y más luz. Pero lo peor es el tono
condescendiente con el que se te mira y se te escucha –si es posible escuchar
condescendientemente-, se te atiende y se te olvida. Para la sociedad, has
fracasado.
Creo recordar que hubo un suicidio en Canarias hace poco también, en
torno a las fechas del suicidio granadino, pero no puedo confirmarlo porque
apenas se ha oído en los medios. Dos. El intento de Burjassot y el realizado en
Euskal Herria. Y esta mañana ha habido uno en Córdoba, aunque no ha sido por
desahucio hipotecario. ¿Cuántos no sabemos? ¿Hasta cuándo un metro cuadrado
cotiza por número de muertos? El Instituto Nacional de Estadística tiene un
apartado específico para los suicidios, los cuales se investigan por la Real
Orden del ocho de setiembre de mil novecientos seis. Sin embargo, solo hay
datos en el periodo 1998-2006.
Con todo esto, muchos abogan inconscientemente por ser escépticos ahuciados:
esperas y confías con todas tus fuerzas que la situación, si no mejora, no vaya
a más, aunque sabes que tienen que cambiar muchas cosas para que eso llegue a
ser viable. Y la gente empieza a conocer el problema, y otros se convierten al
activismo, y quienes no tienen familiares ocupan su piso recién echada la
silicona en el ojo de la cerradura; y después, cuando sean muchos o los vuelvan
a echar y se cansen de luchar contra los peritos y los directores de
sucursales, ocurrirán cosas desahuciadoras, para que los pocos que queden sin
saber el problema se enteren y aquellos que debieron hacer algo cambien el
cargo público por el de conciencia vitalicio.
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@cheaale
Y en todo este drama me da mucha rabia, personalmente por lo que me toca, que desde Servicios Sociales no se haga nada (a veces no hay recursos). Ni si quiera hay una molestia de seguir el caso por asegurar la atención de los menores, en caso de que los haya.
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