jueves, 29 de noviembre de 2012

Matemáticas de argumentario.



   Ni a la estadística, ni a la astronomía, ni a la meteorología, ni a la magia. A ninguna de estas disciplinas pertenece el cálculo de la relevancia política de los asuntos. Hay dos métodos para ello, no precisamente antagónicos; más bien, conforman un círculo, algo llamado a ser el chakra de la sinvergonzonería.
   Primero: ley del silencio.
  

La relevancia (R) es calculada multiplicando el problema (p) por los efectos negativos para el estado (en) y elevando el producto al tiempo transcurrido desde el inicio del problema hasta que se anuncia oficialmente (–t), en negativo porque es tiempo perdido, en el que suele negarse la realidad.
Ejemplo: los tres noes de Simón Pedro a Jesús. O la negación de la crisis del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

   Segundo: ley del ruido.


En la segunda fórmula, R es el cociente de –t entre el producto de p por las comparecencias de cargos públicos al respecto (c).
Ejemplo: la expulsión de los organismos financieros internacionales de algunos países iberoamericanos. O las elecciones en Catalunya.

   Junto a estas dos fórmulas, los manuales sobre integridad en el obrar completan la metodología con una tercera, correlacionada con la perspectiva ideológica: ley de las voces.


En este tercer caso, R es igual a la suma del producto de p elevado a a (argumentos que pretenden tapar o desviar el verdadero problema) por –t, y la raíz cuadrada del número de opiniones de carácter ideológico (oi) –es decir, todas-.
Ejemplo: la consideración de China como potencia comercial amiga y como régimen comunista. O Euskadi Ta Askatasuna.

   Para un uso más extendido, creo conveniente exponer un baremo que nos sirva como referencia:
-        - Si R < 1, se denomina “mamandurria”.
-        - Si R = 1, se denomina “preocupación de todos los españoles y españolas”.
-        - Si R > 1, se denomina “medida excepcional”.

   A continuación, os cambio el dibujo nuestro de cada día por un ejercicio para que apliquéis la teoría:

Indique la relevancia de la tragedia del Madrid Arena, teniendo en cuenta las últimas declaraciones del ex presidente y alcalde consorte José María Alfredo Aznar López. Justifique su respuesta.

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@cheaale

domingo, 25 de noviembre de 2012

Ni Isabel, ni Fernando.



   Supongo que empezáis a sospechar que los días que no escribo no son ajetreados, sino un cúmulo de perezas o de otras aficiones o propósitos. Sin embargo, tengo un motivo para mi ausencia de ayer que comprenderéis perfectamente: soy fan de los días de reflexión.
   Precisamente, acerca del asunto de la independencia, la propuesta del federalismo y el antipatriótico separatismo, reflexioné ayer. Sí, como lo oyen. Y en sábado. Con sinceridad, he eludido todo lo posible este tema porque me aburre profundamente; no por esa pasividad congénita de España, sino porque no se abordan los asuntos prioritarios. Uno de ellos es la nulidad argumental de que un sistema democrático basado en el referéndum -o, al menos, más participativo- es un incordio para la población, porque en dos años ha habido más de una elección en un sitio, en otro, o en todos, y a nadie se le ha ocurrido blandirlo para liberarnos del coñazo que suponen la fiesta de la democracia y el derecho a votar porque te parten la tarde del domingo. Volviendo al asunto, que Catalunya se independice o no es una decisión importante, incluso urgente de encauzar, tanto para unos, como para otros. Pero en estos dos meses aproximadamente de campaña, nadie ha levantado algunas tapaderas. Tampoco soy yo el apropiado para hacerlo, pero si tengo que hablar sobre espinitas clavadas, pues me pongo con el zarzal.
   Si Catalunya no consigue resultados a medio plazo en su deseo de independencia de España, la frustración y el rencor, así como la tranquilidad y el palmeo de espalda se apoderarán de las calles, de uno a otro costal. En cambio, si Catalunya lograra, final o parcialmente, llevar a buen puerto su empresa, me pregunto: ¿Y el siguiente? Porque en este maldito país tenemos, sin querer darnos cuenta, a tres hermanos: Euskadi es el hijo mayor, el rebelde, que después de mucho usando métodos injustificables, ahora está en proceso de calma –cuando se calme, se volverá a hablar en serio de la independencia-; Catalunya, la mediana, que está siguiendo los pasos de su hermano, y aunque no tiene tanto aval histórico, ha hecho brecha, quizá aprovechando el cansancio de una madre patria angustiada con no llegar a fin de mes y agotada por los años de rebeldía del mayor; por último, Galiza, que por ser la pequeña y la más callada, su identidad queda en el olvido. En todos hay matices, obviamente, pero este es el pastel que tenemos en la mesa. Algunos rumores y vídeos extranjeros han hablado de secesiones en cadena, desmembramientos gore que dejarán este país en agua de cerrajas, porque ahora lo políticamente correcto es mantenerse unidos y remar todos a una, y esto lo dice el mismo estado que es conocido por su picaresca, que no es sino un acto callejero de egoísmo.
   Más asuntos: no entiendo muy bien los debates pormenorizados sobre la liga futbolística, el sistema político del presunto estado catalán o la devaluación de su nueva acuñación, cuando son aspectos pseudo-internacionales; en todo caso, propongo un programa en TV3 antes de Polònia informando de todo esto a los verdaderos implicados, y que, aprovechando la ocasión, ya que es cadena pública, se emita en la TDT a nivel nacional, junto con las demás. Entre otras cosas, porque veríamos la barbaridad que se está haciendo desde hace años con Telemadrid, por ejemplo, o, y aquí viene un aspecto de todo esto que me motiva especialmente, aprenderíamos un poco nuestras propias lenguas ¿Por qué no se estudia galego, euskera o català en Extremadura, Murcia o Ceuta? ¿Quién es el Gobierno para limitarnos territorialmente a aquellos que no gozamos del bilingüismo dentro de nuestra nación? Son lenguas presentes en la Constitución Española, y deberían conocerse mínimamente cada una de ellas: primero, para borrar todos los prejuicios que pueda haber sobre este aspecto y enriquecer por igual a todos los habitantes de este país; segundo, para que podamos caminar, viajar, trabajar y residir en cualquier punto sin preguntar por el significado de los letreros o pidiendo que nos hablen en castellano; y tercero, porque, si bien los niños bilingües necesitan más apoyo en el estudio general durante su primera etapa educativa, a partir de los doce años su capacidad intelectual es mayor que la de aquellos hablantes de un solo idioma, con todo lo que ello conlleva para el aprendizaje.
   Habrá que preguntarse por qué no se fomenta la convivencia de lenguas y culturas dentro de España, y por qué no se tratan los aspectos prioritarios de una situación como la que vivimos, con la discriminación autonómica que esto supone, entre otras muchas consecuencias que sí desunen verdaderamente. Con toda probabilidad, este tira y afloja salva de la quema a muchos, pero ojito con forzar la máquina, que en estos tiempos en los que el Rey está pachucho lo mismo que ha surgido Artur Mas, puede surgir un Carlos María Isidro o un Niceto Alcalá-Zamora.


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@cheaale

sábado, 24 de noviembre de 2012

Libertad bajo control.


   Recuerdo los días en que la Ley Sinde alzó las movilizaciones mediante las redes sociales. Yo aun no formaba parte de esos vericuetos. Una vez en Twitter, y tiempo después, recuerdo una larga noche en la que la Ley SOPA volvía a amenazar la palabra libertad –entre otras- en Internet. España tiene en su memoria más reciente una Ley de Prensa de 1938 –con Serrano Súñer a la cabeza-  y otra de 1966 –por Fraga Iribarne- que, y ahí va un dato a tener en cuenta, sigue vigente. En estos tiempos virtuales, encontramos dos procesos paralelos: la consolidación de los medios escritos –los televisivos se asentaron hace mucho-, con la censura y la permisividad que ello acarrea, y las redes sociales, la cruz del sistema desde que fueron ofrecidas a la población por el proceso habitual –darlo todo e ir quitándoselo poco a poco-; sin embargo, la población las ha convertido en un arma contra los estados ¿Efectos inmediatos? Ahí va el primero: la censura y la permisividad en los medios tradicionales se descubre. Y tocarle la capacidad de manipulación al poder son palabras mayores.
   En el noticiario de este mediodía en La 1 se ha informado de la denuncia a miles de usuarios de Twitter por un exministro de Thatcher, acusado popularmente a través de un reportaje de la BBC. Una noticia sin ningún aspecto relevante, salvo por el factor intencional: la noticia sale en una época de revolución de conciencia de la masa popular y, en ámbito más nacional, en un tiempo en el que la crisis del periodismo llega a los lectores mediante las firmas y las víctimas. Caso El País: @FacuDiazT pone en jaque al periódico, el cual estudia presentar acciones legales contra el usuario, según puede leerse en su edición web. Que un periódico internacionalmente reconocido reaccione así no es fortuito, sino consecuencia de sus anteriores actos de autodesprestigio, del que surge la ilustre sátira española. Es posible que todo quede en secreto de sumario y no salte a juzgados ni televisión. Bien saben ellos que no interesa la imagen de grupo empresarial que aplasta críticas justo después del E.R.E. interno y polémicas varias.
   Como este caso, hay miles, pero es un gran ejemplo para la pregunta siguiente: ¿Se puede controlar como antes? No, por supuesto; una censura que se haga visible es contraproducente, como la demanda de Telecinco a @PabloHerreros. ¿Existe la censura? Sí, con rotundidad. Twitter ejerce la censura en algunos países mediante un sistema de control acorde a la legislación de estos ¿Qué nos hace pensar que eso no está ya aquí? ¿Qué son, acaso, los inhibidores de señal en las protestas? Exactamente es la misma censura que los ataques a periodistas de Israel en estos últimos días; otros métodos, pero con el mismo fin, que no es otro que la impunidad. La impunidad es el aval de las injusticias. Sin impunidad informativa, un periódico dañado públicamente no vendería, y un partido mentiroso no conseguiría votos. Las cargas policiales están inermes ante una persona con casco, chaleco y cámara, y el inhibidor de señal es una manifestación de la censura gubernamental, entre otras muchas. Tal vez sea el momento de rendir honores a Antonio Beneyto (Censura y política en los escritores españoles, 1975) y ampliar los testimonios hasta nuestros días.
   No cabe duda de que las redes sociales se han convertido en un canal imparable de comunicación alternativa, imprescindible para informar y delatar lo que la democracia esconde. Los problemas en Twitter en numerosas ocasiones empiezan a oler. Hay un error interno en el servidor cada vez que se retuitea un mensaje crítico, o es necesaria una actualización que te permita ver un perfil determinado. Y sobre todo, algo se hace mal cuando no puedes escribir sobre los disparos de salvas en Atocha, por poner. No es descabellado pensar en la existencia de un departamento al estilo Pedro Arbués dentro de nuestra España autonómica, mediana y censurada, y que ese sesgo de cuñadísimo se vaya introduciendo sin darnos cuenta como una sombra intangible que señala y modifica, porque la tijera mata al papel, y también corta las alas al pájaro.


Gracias a @AntonioMaestre por facilitar la Ley de Prensa e Imprenta de 1938.

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@cheaale

viernes, 23 de noviembre de 2012

Dictablanda.



«[…] teniendo en cuenta lo que fue nuestro siglo XIX y las dos Repúblicas, [el franquismo] ha sentado las bases para una España con más orden. De hecho, no hay más que comparar la España de hoy con la de los años treinta» Manuel Fraga Iribarne.

   No hay tutía. De aquí parte todo y quien ponga pegas, un cañonazo y listo. La historia es mía.


«[…] puede concluirse que una sociedad, como un ser humano, es verdaderamente libre cuando sabe quién es y de dónde viene. Cuando conoce los límites de lo que puede y no puede hacer. La verdadera libertad no es la que te aísla del mundo, sino la que te da la posibilidad de descubrir y aprovechar las oportunidades que el mundo te ofrece. Y para ello hace falta otra facultad unida a la voluntad libre: la razón, la capacidad de realizar la acción de acuerdo a las ideas y los principios. Las teorías del economista John Maynard Keynes no siempre dieron buen resultado cuando fueron aplicadas. Pero tenía razón cuando dijo que el motor del mundo son las ideas. Siempre he creído que la libertad sin ideas carece de sentido humano» José María Alfredo Aznar López.

      Queridos esclavos: nos queda mucho para saber de dónde venimos, incluso para saber quiénes somos.


«[…] Este Gobierno no puede decidir entre un bien y un mal. Este Gobierno tiene que decidir entre un mal y un mal peor» Mariano Rajoy Brey.

   ¿Y los ciudadanos, qué deciden?


   La tradición se rige por una cultura compartida, pero cuando esta no existe radicalmente, solo queda el inmovilismo. Por supuesto, las escaras no se hacen esperar, aunque el movimiento tradicional siempre tuvo opciones para mantener a la bestia dormida. Y todo va evolucionando hacia una repetición cíclica auspiciada por la alargada sombra de la endogamia ideológica. Aznar vio el camino del garrote vil a los créditos hipotecarios, y prueba de ello es Rodrigo Rato: cuando este no le sigue el juego para volar a horizontes más prósperos, no le queda otra que optar por el Stalin de la piara –en cuanto a su condición de reservado y papel de segundo-, Mariano Rajoy, y a Cristo Rey gracias, porque demasiada metralla estamos masticando.
   Es muy sencillo: o volvemos al mismo lugar o rompemos esta espiral tan de baraja española con la que horneamos nuestro presente. Nuestra Constitución, esa hija de mil padres, nació en plena dictablanda. Nosotros vivimos aun en dictablanda. Desde los malditos años setenta solo han cambiado en este país los métodos. O la transición a una nueva concepción de democracia o la regresión a un sistema que conocemos no muy de lejos, pero sí muy deficientemente. ¿Cómo era eso de repetir el pasado?


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@cheaale

jueves, 22 de noviembre de 2012

Elogio de la sombra.



   En la noche, cuando el silencio es más agudo, salen de sus grietas y ramitas secas los lloros de los hombres. No saben pisar, ni pedir una barra de pan en la tienda, ni cómo coger correctamente un lápiz. Todo se olvida cuando eres una boca tapada. Estos hombres, que surgen y se multiplican de un modo científicamente impreciso, son la evolución, el homo quietus que, como las langostas, devorarán el sueño de nosotros, los dormidos, y sus deposiciones envenenarán nuestra insostenible sensación de inmunidad.
   Avanzan sufriendo el esquivo, buscando pájaros por el olor, incapaces de escuchar ni de ser oídos. Los cainitas recorren los niveles del sistema, y todas las puertas están marcadas con humeantes hierbas: su presencia está prohibida. Desaparecidos, víctimas, pobres, y milnombres más.

   Al pasar las páginas, los encuentras. En sus cuadriculadas hojas de cálculo, arrinconados por un espacio en blanco con una pequeña máquina de deshumanizar. Ya no visten casco, algunos ni corbata, y se expanden. Como un hongo sobre la crispante aridez de una estepa de huesos y rastros de agua. Donde existe vida, siembran engaño. No lo entiendes porque estás vivo.

   Sabréis disculparme por no haber escrito anoche, fue todo por inercia del pasado catorce de noviembre. Días extraños en que todo parece una huelga de expresión donde incubar desasosiegos. Creo en el ser humano, creo en todo su potencial de humanidad más allá de todas las palabras abstractas y todas las ataduras que arrastramos, y por eso mismo he confiado mi voz a otros muchos que merecen más respeto y más dignidad que los callados por compromiso, por cobardía; creo que, al igual que hemos de actuar cuando los principios se visten de alma, hemos de conocernos hasta el punto de saber cuándo hay que descansar y tomar fuerzas. Es la única manera de ser honesto y útil para el mundo, ese que nos come por dentro, pero que tenemos el poder de cambiar, aunque no lo sabemos aun.

(Si una imagen vale mil palabras, sobran las imágenes).

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@cheaale

domingo, 18 de noviembre de 2012

Las muertes.



   “Buenas tardes. Llevo semanas con una tos horrible, y no se va con caramelos ni jarabes […] Ah, que está en la lista; ¿Y cuánto cuesta ahora? […] Gracias. Una cosa más: ¿Yo tengo Seguridad Social?”. Son fragmentos de la conversación que tuve hace un mes en el ambulatorio. El cien por cien del medicamento no ascendía mucho, pero tuve la sensación generalizada de dolor punzante en el bolsillo. La última pregunta, para alivio de todos, tiene final feliz, aunque, en la soledad del análisis del corredor de fondo, no será así mucho tiempo. La respuesta de mi médica: “De todos modos, no preguntes mucho por ahí”.
   Yo no soy de Madrid, pero la villa tiene un significado muy vivo y especial en mí. Ese amor y esa adopción me enorgullece y llena de tristeza, según los casos. Con la privatización de la sanidad, iniciada por Esperanza Aguirre, no puedo hablar de orgullo. En los últimos tiempos, se ha anunciado la inviabilidad de cubrir el gasto sanitario con el erario público. En esto, Madrid es el primero de la clase.
   Parece ser que el oro emigrante al Segundo Mundo es el culpable confeso de que el Ministerio de Sanidad –entre otros- no goce de licencia copyleft. Parece ser que la sanidad privada cuesta al contribuyente menos que la pública, que el servicio y la cobertura son visiblemente superiores. También parece ser que los informes que nos sitúan como el mejor o de los mejores sistemas sanitarios no sirven; como en 1984 (Orwell, G.), ya disponemos de textos que supriman aquellos obsoletos resultados. Y por supuesto, parece ser que, más que centros de salud gratuitos, este país precisa de una red de sanatorios mentales para los que atentan contra la salud privada. Y así, con este ideario sin airear, avanza el fanapapismo de Ignacio González, fiel impulsor de la última fase del Plan Regional de Privatización (PRP): llevar a cabo lo que su mentora propuso, anunció e introdujo en el inconsciente madrileño. Y empezamos por La Princesa, porque si conseguimos acabar con los importantes antes de que se vean los efectos, quitar de en medio a los ambulatorios o centros y servicios menores va a ser cosa fácil.
   Esta mañana hubo una marcha de la Marea blanca por todo Madrid, muy secundada, muy difícil de criminalizar. Y hace días el Colegio Oficial de Médicos de Madrid reprobó estas medidas autonómicas de forma unánime, y próximamente sabremos de ellos ¿Cambiará algo toda esta gente? Claro, pero siguiendo el proceso habitual: años después, con el recuento de las muertes, se aprobará un parche a marchas forzadas; las movilizaciones seguirán y aumentarán, y hasta ahí sabemos por el momento. Hay que empezar a asumir las muertes como proceso de reforma. Es así: las más recientes, por los desahucios, aun suenan frescas; pero hace tiempo que no se habla de la mujer que falleció por un aneurisma en Catalunya por recortes sanitarios, o del joven en Euskadi que cayó por unpelotazo de la Ertzaintza. Ni siquiera se honra a las víctimas que hubo entre el veinte de noviembre de mil novecientossetentaicinco y el proceso constituyente de tres años después.
   Ocurre que, con la privatización de la sanidad, se da un paso más allá: en las dualidades ciudadano-manifestante, trabajador-opositor, en este nuestro tiempo y en esta nuestra ciudad, el detalle es que ya no solo no interesa el segundo término, pues no es necesario el capital humano. En los campos de concentración nazis, ante los rumores de exterminio, el argumento era: ¿Cómo van a matar a su mano de obra? ¡Nos necesitan!... Pues eso.


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@cheaale

La franja de las lamentaciones.


   El colectivo Anonymous hizo tango down a cuarenta sitios web israelíes desde que comenzó el ataque hebreo. Mucho se ha escrito en Twitter sobre el conflicto de Gaza, y muy poco se ha dicho en las vías tradicionales: quien más, quien menos, trata el tema como noticia puente entre lo mal que va todo en España y la sección internacional, cuya moraleja es “podrías haber nacido en un terreno pobre y superpoblado y restringido en cuanto a derechos, sin sirenas que te avisen para salvarte”.
   Admitámoslo: Gaza es un ataque añejo, y su trato en los medios es consecuencia de esto. A la guerra israelí le han saltado las grapas y lo único que se hace, nuevamente, es poner una palangana debajo y tener otra preparada; y todo el mundo afirma no conocer el grupo sanguíneo. Tras esto pueden confluir tradiciones y una cadena de favores abusiva, partiendo de la persistencia de la Guerra Santa, porque más cercanos estamos a los judíos que a los musulmanes, por no hablar de que esto es consecuencia de otra consecuencia: la división de Palestina y la declaración de independencia israelí en Tel Aviv, 1948 –aunque a muchos nos explicaron que les fue concedido por y tras la Segunda Guerra Mundial-. Todo esto tiene mucha historia tras de sí, como todo, aunque ahora importan más los sesentaicuatro años de aquel tiempo a esta parte. Más allá de historia, fe y matanzas, está la ligazón popular entre la población judaica y los negocios. Si sumamos la tierra de la libertad, ya tenemos un lobby que ya quisieran los puros de corazón. Israel saca beneficio de esta unidad diplomática, y su servicio secreto y su poder militar así lo demuestran. Lo de siempre: sálvale el culo al matón del barrio y te llevará siempre consigo.
   Realmente, me importa muy poco los intereses o los guardaespaldas de cada uno. Lo difícil es comprender las guerras, y tener la entereza de denunciarlas con el mismo ahínco que la primera vez, para que no queden en una noticia puente. Más allá de idealismos, la dificultad no es enfrentarse a una guerra con la palabra y la acción no violenta, sino todo lo que hay que mover hasta llegar ahí, y si un gobierno no muestra los datos de los suicidios que ocurren en su país, y el responsable de una negligencia militar terrible es cónsul en Londres, y qué coño, seguimos teniendo militares en zonas declaradas oficialmente como territorios sin terror, es improbable llegar a soluciones reales que, como en el caso que nos ocupa, vayan más allá de amenazas internacionales que nunca se cumplen, préstamos armamentísticos, tráfico de influencias y promesas de diálogo. Una guerra encubierta durante sesenta años no se soluciona con una promesa de diálogo, por favor. Deberíamos empezar a saber cuántas guerras hay en el mundo (¿Qué pasó con Irak + 73?) y en cuántas participamos militar, política y económicamente. Hasta entonces, Gaza seguirá en el palmarés de sangre que decora las instalaciones de la ONU.


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@cheaale

sábado, 17 de noviembre de 2012

Las barbas del vecino.


   Cuando empecé este blog hace menos de una semana, los desahucios tenían una vigencia que debían haber tenido desde hace mucho y que, a pesar de todo lo ocurrido, continua. Sin embargo, no sé muy bien qué decir. Miento: no sabía muy bien qué decir hasta hoy.
   No quiero seguir sin considerar una falta de respeto a la dignidad de todas aquellas personas el olvido en el que se encuentran por haber sido desahuciadas de sus casas más allá de los últimos cuatro años. Obviamente, en estos años de crisis económica el número se ha disparado, y es un agravante de suma importancia, pero la ley es de hace más de un siglo, y eso son muchas familias.
   Un desahucio es que te echen de casa… según la Real Academia Española (tercera acepción). Según el Gobierno y la política en general –la coherencia es un don-, es un drama social, pero parece que su drama es este:

drama.
(Del lat. drama, y este del gr. δρᾶμα).
1. m. En la antigua Grecia, representación mimética de carácter religioso o teatral.

Un desahucio es que tus hijos estén llorando porque no tienen para merendar o porque no les puedes pagar la excursión del colegio, o que te lleguen cartas certificadas, o que abras el frigorífico y parezca tu estómago; que te mueras de vergüenza por que se enteren los amigos, el trabajo y los vecinos, que te sepas una carga para suegros y padres, que intentes sin éxito hablar con el banco, con las asociaciones y, por lo menos, consigas llevar a los niños con tus cuñados para que no vean a la policía sacarte de casa. También es que se derrumbe el sueño americano en España desde hace cincuenta años: estudia tu carrera, que el trabajo estable te lo ponemos para que te compres una casa, dos coches y vayas comprando electrodomésticos que gasten más y más luz. Pero lo peor es el tono condescendiente con el que se te mira y se te escucha –si es posible escuchar condescendientemente-, se te atiende y se te olvida. Para la sociedad, has fracasado.
   Creo recordar que hubo un suicidio en Canarias hace poco también, en torno a las fechas del suicidio granadino, pero no puedo confirmarlo porque apenas se ha oído en los medios. Dos. El intento de Burjassot y el realizado en Euskal Herria. Y esta mañana ha habido uno en Córdoba, aunque no ha sido por desahucio hipotecario. ¿Cuántos no sabemos? ¿Hasta cuándo un metro cuadrado cotiza por número de muertos? El Instituto Nacional de Estadística tiene un apartado específico para los suicidios, los cuales se investigan por la Real Orden del ocho de setiembre de mil novecientos seis. Sin embargo, solo hay datos en el periodo 1998-2006.


   Con todo esto, muchos abogan inconscientemente por ser escépticos ahuciados: esperas y confías con todas tus fuerzas que la situación, si no mejora, no vaya a más, aunque sabes que tienen que cambiar muchas cosas para que eso llegue a ser viable. Y la gente empieza a conocer el problema, y otros se convierten al activismo, y quienes no tienen familiares ocupan su piso recién echada la silicona en el ojo de la cerradura; y después, cuando sean muchos o los vuelvan a echar y se cansen de luchar contra los peritos y los directores de sucursales, ocurrirán cosas desahuciadoras, para que los pocos que queden sin saber el problema se enteren y aquellos que debieron hacer algo cambien el cargo público por el de conciencia vitalicio.


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@cheaale

viernes, 16 de noviembre de 2012

Días de marchar.



   La huelga del catorce de noviembre ha sido cualquier cosa menos una más, y con eso anulamos todo lo demás, inclusive los tópicos. En especial, han concurrido cinco circunstancias o consecuencias que ayer brillaron por su relevancia:
  1. Risk. A alguno le resbaló ayer el casco por el sudor. La policía, harto amodorrada en su casi impunidad, su agresividad y su ruta de control, no sabía dónde meterse, y la verdad, los que seguimos los sucesos en Madrid a través de las redes sociales tampoco. La villa fue una red de nodos de fuerza que, sin querer queriendo, hizo que la policía tuviese que ir a marchas forzadas: de los sindicatos y el grueso principal a las paradas de desahucios, pasando por la acampada en la sede de Bankia, el hospital La Princesa o el movimiento cultural en el Teatro Español. Bloques separados, sí, pero conectados y con mucha gente, y así la policía se vuelve loca corriendo, cortando tráfico, usando la fuerza. En la tarde todo fue más unido (físicamente) y el control policial fue más factible. O no.
  2. La violencia imprescindible. Porque si en algo nos sentimos verdaderamente europeos, fue en la violencia. Obviamente, las cargas policiales eran previsibles, y hasta qué punto lo eran que la gravedad de las agresiones y las heridas no impactaron. Y claro que la infiltración tiene el objeto de controlar, proteger, provocar y detener, y por supuesto que siempre hay personas que emplean sus medios en esas circunstancias a costa del perjuicio colectivo; pero no podemos desatender las barricadas ardiendo y los ataques a los antidisturbios, y situarlas en su contexto: un año. En Grecia llevan más, pero no hay que cruzar el charco antes de tiempo; en Portugal llevan dos e iluminan el Parlamento cada día de meneo. Estos actos, lamentablemente, van a aumentar. Así. Nuestro orgullo se engrandecerá con acciones como la del padre del chico herido en Tarragona, que no mató a golpes al agresor de su hijo; pero cuando a la gente se le mueran bebés por quitar los análisis a recién nacidos, y a los emigrantes en Noruega les digan que su padre se ha ahorcado, entre otros malditos ejemplos, esa misma gente no tendrá mucha comprensión, no tendrá paciencia y ni mucho menos tendrá diálogo, porque eso también nos lo pueden quitar. Nunca se defenderá en las calles algo distinto a las manos alzadas, aunque ojo con la desesperación, porque quizá los de anteayer sean esclavos de otra cosa, pero abren la vía para los futuros hambrientos.
  3. Los cascos nucleares. Mucho se ha dicho de que las redes sociales han dado pie a un ingente de ciudadanos que no quieren ser espectadores y buscan la participación y colaboración más allá de la toma de las calles y las asambleas. Muchos de ellos son periodistas sin medio, pero muchos otros son valientes que apuestan por una contrainformación (que no anti-información) con respecto a los medios tradicionales, y han conseguido ser un soporte reconocido unánimemente, sobre todo para la recopilación de documentos y testimonios necesarios en posteriores acciones y denuncias, y también para aquellos que estamos lejos. Estas personas, profesionales o no, se juegan el tipo denunciando físicamente los abusos policiales, como muchos otros, y en las cargas reciben, y en sus buzones hay multas. El periodista ha sido convertido en el elemento de más valor en este tiempo de lucha, tanto por quienes lo reivindican como por quienes pretenden manipularlo y, en ocasiones, buscando su anulación. La consecuencia más evidente de este sindiós es que el periodismo en este país –no puedo hablar de otros- se ha visto obligado a copiarle el uniforme a la OTAN, pero sin subvención internacional. Esos cascos de skater son el núcleo por el que las protestas no pasan el filtro gubernamental que las ilegitimaría.
  4. Calzadas movedizas. Los periodistas también nos ayudan a determinar este asunto, más allá de las cifras salomónicas de treintaicinco mil y de un millón. Este punto puede parecer demasiado tópico para incluirlo, si no fuera por una coincidencia notable: todos los sectores ideológicos –al menos los que cuentan con representación en los medios- ratifican el seguimiento masivo de las manifestaciones ante el fracaso de la huelga general. Un apunte: que se quieren cargar a los sindicatos no es un misterio, yo también incluso, aunque no lo veo como un fin, sino como un escalón más necesitado de reforma; dicho esto, los promotores de la carne cruda han sabido dar la vuelta a lo innegable. Con esto utilizan la noticia como instrumento, y el vals de números camufla que hubo una manifestación y una huelga enormes en España y otros lugares de Europa. Y por cierto, que sepamos, la acepción de día habla de veinticuatro horas, por lo que la huelga terminó anteayer a las 23:59. Manipular argumentos y flexibilizar las palabras ya no vale.
  5. Anthony Hopkins. Lo más perlocutivo de ayer, día quince, fue que, a las nueve de la mañana, aun no había cifra completa y detallada de la participación, y así se la demandó a la Vicepresidenta y al Ministro de Economía y Competitividad al mediodía, al menos que yo escuchara, Carlos E. Cue. ¿Por qué este silencio a lo cordero, cuando en otras ocasiones no cesaban los balidos de la Delegada del Gobierno en Madrid, el equipo ministerial, incluso el de otros grupos parlamentarios? ¿Por qué no se da una cifra, una criminalización directa como hasta ahora? En parte porque, a colación del cuarto punto, interesa no atacar la protesta para combatir un «mal mayor»; pero cabe en la imaginación de la sociedad pensante la consecución de algo parecido a una victoria o justicia. Ni completa ni puntual. Pero ese silencio no será el único.

   Que la aglomeración y diversidad de objetivos ciudadanos desborden a los efectivos policiales, que sigan procediendo represiva y agresivamente; que la desesperación de las personas empiece a manifestarse como violencia tras cinco años de crisis socio-económica y política; que los periodistas tengan que ir protegidos con cascos; que cuando las cuentas no salen se les den la vuelta en los colectivos conservadores y que el Gobierno del Reino de España guarde silencio es una espiral de consecuencias de la situación de gravedad en que vivimos, y también de que ha habido un punto de inflexión con esta huelga; quizá ya se había producido, pero ahora se ha visto, y solo habrá que esperar a la siguiente barbaridad política para confirmarlo.


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@cheaale

martes, 13 de noviembre de 2012

Guerrilla en la trinchera.



   Patrocinado por la Marca España –pero la auténtica, la que no consta en los informes, sino que se nace con ella-, ya tenemos remake oficial de la guerra interna en la villa de Madrid. Atrás quedaron los hijoputismos y las simpatías democráticas incompatibles con una cartera ministerial. Entre la consorte y el segundo hay un trozo de carne que desde Moncloa pretenden que no se pudra, y con tanto devaneo en la sombra no han estado pendientes de atar a los rabiosos.
   Ana Botella le ha cogido cariño a las vistas de la Cibeles, pero la sombra de la lideresa es alargada. Es comprensible que la muerte de cuatro personas sea una carga pesada a la espalda de la Administración, pero las marcas de uñas clavadas en el sillón no son de eso, y bien ha sabido seguir la política de comunicación del partido para mantenerse en un silencio altanero mientras le llovía sobremojado. Desde fuera, puede parecernos una partida de ajedrez, aunque esta casta endogámica gusta más de cartas y estilete; y así Botella se desvela como la heredera política de Fernando VII e Ignacio González se vuelve más papista que el Papa. Y la última de la gestora ominosa ha sido contra su soporte.
   Firmar contra la privatización de La Princesa rompe las reglas del juego. La prueba está en la brevedad con que Ignacio González ha lanzado un grito al aire contaminado de la capital del reino. Que Francisco Marhuenda declare que esa rúbrica va contra el Gobierno es, cuanto menos, interesante, y poco a poco configuramos el tablero: los peones, a bayonetazos en la trinchera que hay entre Sol y Cibeles, el PP bicéfalo picoteándose los cogotes, y en derredor más humo que justicia.


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@cheaale

lunes, 12 de noviembre de 2012

El significado de "El País".



   Ya está. Todo ha acabado. Los nervios se han ido del estómago y todo era cuestión de tiempo, vistas las circunstancias y los precedentes. No sé por qué iba a ser distinto esta vez, ni qué importancia tiene en asuntos de dinero lo que significa el nombre de un periódico o de un país.
   El País ha ejecutado el E.R.E. que tenía programado. Veinte personas menos a la calle que las que se cifraron en un primer momento, pero las que se quedan puede que sean las que menos interesen ahora mismo: o quizá no. ¿Qué significa El País? Bueno, es difícil de explicar. Cuando nací ya existía, y me enseñaron a respetar a los mayores. El caso es que nunca he sido un lector voraz de los diarios, y si he comprado alguna edición de El País ha sido por algún regalo que daban a cambio de coleccionar unos cupones, y que nunca me comprometí a conseguir. Sin embargo, parece ser que siempre estaba ahí: en los bares, en las casas, en las televisiones, en las voces…, y no fue hasta que nací al mundo que me rodeaba –nacer biológicamente es solo sangre y lloros- cuando comencé a devorarlo, y no solo a él, sino a todo noticiario viviente que habitara en el territorio nacional; aunque con una diferencia: siempre lo consideré el espacio donde encontrar grandes plumas e investigaciones, independientemente de sus nombres. Las redes sociales me han acercado, como a muchos otros, a las manos que escribían aquello con que me informaba, me divertía o que compartía ideológicamente.
   129. Yo no puedo hablar de personas del mismo modo que cada uno de ellos u otros compañeros de profesión. Desde mi ubicación en la escena (lector), sí puedo y debo dar algunas consideraciones: ayer escribí esto.


Y sigo sintiéndolo. Es la única manera de poder escribir ahora mismo de ello. Como lector, me parece inconcebible que primen intereses sobre calidades, y siempre nos queda el por qué de cada una de las decisiones que se toman, aunque en el fondo sabemos la respuesta; pero como persona, se me cae la cara de vergüenza por el periodismo y se me hace un nudo en la garganta cuando leo cada palabra escrita por las víctimas, llenas de incomprensión, frustración, incertidumbre, tristeza y no sé qué más. Pero ellos son el periódico, El País: los periodistas que preparan sus últimos textos, viñetas, vídeos y fotografías en estas últimas horas son el significado. Y su valía les avala profesionalmente.
   Pero si algo me sorprende en estos momentos es el exterior. Ante la calidez humana de los dignos, se yergue el silencio miserable de un sector que agacha la cabeza en sus estamentos más similares y la gira en el caso de los responsables. En Televisión Española encontramos una noticia-puente donde la moraleja es “podía haber sido peor”. Sabréis disculparme si no pongo más ejemplos televisivos, no es mi fuerte –ya nos iremos conociendo-. Bien es cierto que hay que descartar a los compañeros que escribieron en el momento en que se hizo pública la intención de los despidos, o que desconozco porque uno es también humano y no puede leer todos los artículos del mundo, ni los que aun no se han publicado. Pero sí me queda un ambiente de resaca de jubilado en el que si no se dice es como si no existiera, y esto es algo muy español y muy dual: tragar la desgracia propia y ajena, o una media sonrisa de soberbia ante ese mismo infortunio. Por parte de la firma -sin firma-, ya tenemos el comunicado, dado por cierto tras el punto de inflexión –algo muy propio de estos últimos tiempos, eso de callarse como una puta y, cuando ya has conseguido lo que quieres, intentar quedar bien públicamente-, y no me interesa más allá de aquello de las perspectivas de la verdad: ya la tenía de antes. El País hablaron ayer por Twitter, y emocionaron, se emocionaron y se comprometieron a seguir. Y eso es el periodismo.



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@cheaale