El colectivo Anonymous hizo tango
down a cuarenta sitios web israelíes desde que comenzó el ataque hebreo.
Mucho se ha escrito en Twitter sobre el conflicto de Gaza, y muy poco se ha dicho
en las vías tradicionales: quien más, quien menos, trata el tema como noticia
puente entre lo mal que va todo en España y la sección internacional, cuya
moraleja es “podrías haber nacido en un terreno pobre y superpoblado y
restringido en cuanto a derechos, sin sirenas que te avisen para salvarte”.
Admitámoslo: Gaza es un ataque añejo, y su trato en los medios es consecuencia
de esto. A la guerra israelí le han saltado las grapas y lo único que se hace,
nuevamente, es poner una palangana debajo y tener otra preparada; y todo el
mundo afirma no conocer el grupo sanguíneo. Tras esto pueden confluir
tradiciones y una cadena de favores abusiva, partiendo de la persistencia de la
Guerra Santa, porque más cercanos estamos a los judíos que a los musulmanes,
por no hablar de que esto es consecuencia de otra consecuencia: la división de
Palestina y la declaración de independencia israelí en Tel Aviv, 1948 –aunque a
muchos nos explicaron que les fue concedido por y tras la Segunda Guerra
Mundial-. Todo esto tiene mucha historia tras de sí, como todo, aunque ahora
importan más los sesentaicuatro años de aquel tiempo a esta parte. Más allá de
historia, fe y matanzas, está la ligazón popular entre la población judaica y
los negocios. Si sumamos la tierra de la libertad, ya tenemos un lobby que ya
quisieran los puros de corazón. Israel saca beneficio de esta unidad
diplomática, y su servicio secreto y su poder militar así lo demuestran. Lo de
siempre: sálvale el culo al matón del barrio y te llevará siempre consigo.
Realmente, me importa muy poco los intereses o los guardaespaldas de
cada uno. Lo difícil es comprender las guerras, y tener la entereza de
denunciarlas con el mismo ahínco que la primera vez, para que no queden en
una noticia puente. Más allá de idealismos, la dificultad no es enfrentarse a
una guerra con la palabra y la acción no violenta, sino todo lo que hay que
mover hasta llegar ahí, y si un gobierno no muestra los datos de los suicidios
que ocurren en su país, y el responsable de una negligencia militar terrible es
cónsul en Londres, y qué coño, seguimos teniendo militares en zonas declaradas
oficialmente como territorios sin terror, es improbable llegar a soluciones reales
que, como en el caso que nos ocupa, vayan más allá de amenazas internacionales
que nunca se cumplen, préstamos armamentísticos, tráfico de influencias y
promesas de diálogo. Una guerra encubierta durante sesenta años no se soluciona
con una promesa de diálogo, por favor. Deberíamos empezar a saber cuántas
guerras hay en el mundo (¿Qué pasó con Irak
+ 73?) y en cuántas participamos militar, política y económicamente. Hasta
entonces, Gaza seguirá en el palmarés de sangre que decora las instalaciones de
la ONU.
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@cheaale
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