viernes, 16 de noviembre de 2012

Días de marchar.



   La huelga del catorce de noviembre ha sido cualquier cosa menos una más, y con eso anulamos todo lo demás, inclusive los tópicos. En especial, han concurrido cinco circunstancias o consecuencias que ayer brillaron por su relevancia:
  1. Risk. A alguno le resbaló ayer el casco por el sudor. La policía, harto amodorrada en su casi impunidad, su agresividad y su ruta de control, no sabía dónde meterse, y la verdad, los que seguimos los sucesos en Madrid a través de las redes sociales tampoco. La villa fue una red de nodos de fuerza que, sin querer queriendo, hizo que la policía tuviese que ir a marchas forzadas: de los sindicatos y el grueso principal a las paradas de desahucios, pasando por la acampada en la sede de Bankia, el hospital La Princesa o el movimiento cultural en el Teatro Español. Bloques separados, sí, pero conectados y con mucha gente, y así la policía se vuelve loca corriendo, cortando tráfico, usando la fuerza. En la tarde todo fue más unido (físicamente) y el control policial fue más factible. O no.
  2. La violencia imprescindible. Porque si en algo nos sentimos verdaderamente europeos, fue en la violencia. Obviamente, las cargas policiales eran previsibles, y hasta qué punto lo eran que la gravedad de las agresiones y las heridas no impactaron. Y claro que la infiltración tiene el objeto de controlar, proteger, provocar y detener, y por supuesto que siempre hay personas que emplean sus medios en esas circunstancias a costa del perjuicio colectivo; pero no podemos desatender las barricadas ardiendo y los ataques a los antidisturbios, y situarlas en su contexto: un año. En Grecia llevan más, pero no hay que cruzar el charco antes de tiempo; en Portugal llevan dos e iluminan el Parlamento cada día de meneo. Estos actos, lamentablemente, van a aumentar. Así. Nuestro orgullo se engrandecerá con acciones como la del padre del chico herido en Tarragona, que no mató a golpes al agresor de su hijo; pero cuando a la gente se le mueran bebés por quitar los análisis a recién nacidos, y a los emigrantes en Noruega les digan que su padre se ha ahorcado, entre otros malditos ejemplos, esa misma gente no tendrá mucha comprensión, no tendrá paciencia y ni mucho menos tendrá diálogo, porque eso también nos lo pueden quitar. Nunca se defenderá en las calles algo distinto a las manos alzadas, aunque ojo con la desesperación, porque quizá los de anteayer sean esclavos de otra cosa, pero abren la vía para los futuros hambrientos.
  3. Los cascos nucleares. Mucho se ha dicho de que las redes sociales han dado pie a un ingente de ciudadanos que no quieren ser espectadores y buscan la participación y colaboración más allá de la toma de las calles y las asambleas. Muchos de ellos son periodistas sin medio, pero muchos otros son valientes que apuestan por una contrainformación (que no anti-información) con respecto a los medios tradicionales, y han conseguido ser un soporte reconocido unánimemente, sobre todo para la recopilación de documentos y testimonios necesarios en posteriores acciones y denuncias, y también para aquellos que estamos lejos. Estas personas, profesionales o no, se juegan el tipo denunciando físicamente los abusos policiales, como muchos otros, y en las cargas reciben, y en sus buzones hay multas. El periodista ha sido convertido en el elemento de más valor en este tiempo de lucha, tanto por quienes lo reivindican como por quienes pretenden manipularlo y, en ocasiones, buscando su anulación. La consecuencia más evidente de este sindiós es que el periodismo en este país –no puedo hablar de otros- se ha visto obligado a copiarle el uniforme a la OTAN, pero sin subvención internacional. Esos cascos de skater son el núcleo por el que las protestas no pasan el filtro gubernamental que las ilegitimaría.
  4. Calzadas movedizas. Los periodistas también nos ayudan a determinar este asunto, más allá de las cifras salomónicas de treintaicinco mil y de un millón. Este punto puede parecer demasiado tópico para incluirlo, si no fuera por una coincidencia notable: todos los sectores ideológicos –al menos los que cuentan con representación en los medios- ratifican el seguimiento masivo de las manifestaciones ante el fracaso de la huelga general. Un apunte: que se quieren cargar a los sindicatos no es un misterio, yo también incluso, aunque no lo veo como un fin, sino como un escalón más necesitado de reforma; dicho esto, los promotores de la carne cruda han sabido dar la vuelta a lo innegable. Con esto utilizan la noticia como instrumento, y el vals de números camufla que hubo una manifestación y una huelga enormes en España y otros lugares de Europa. Y por cierto, que sepamos, la acepción de día habla de veinticuatro horas, por lo que la huelga terminó anteayer a las 23:59. Manipular argumentos y flexibilizar las palabras ya no vale.
  5. Anthony Hopkins. Lo más perlocutivo de ayer, día quince, fue que, a las nueve de la mañana, aun no había cifra completa y detallada de la participación, y así se la demandó a la Vicepresidenta y al Ministro de Economía y Competitividad al mediodía, al menos que yo escuchara, Carlos E. Cue. ¿Por qué este silencio a lo cordero, cuando en otras ocasiones no cesaban los balidos de la Delegada del Gobierno en Madrid, el equipo ministerial, incluso el de otros grupos parlamentarios? ¿Por qué no se da una cifra, una criminalización directa como hasta ahora? En parte porque, a colación del cuarto punto, interesa no atacar la protesta para combatir un «mal mayor»; pero cabe en la imaginación de la sociedad pensante la consecución de algo parecido a una victoria o justicia. Ni completa ni puntual. Pero ese silencio no será el único.

   Que la aglomeración y diversidad de objetivos ciudadanos desborden a los efectivos policiales, que sigan procediendo represiva y agresivamente; que la desesperación de las personas empiece a manifestarse como violencia tras cinco años de crisis socio-económica y política; que los periodistas tengan que ir protegidos con cascos; que cuando las cuentas no salen se les den la vuelta en los colectivos conservadores y que el Gobierno del Reino de España guarde silencio es una espiral de consecuencias de la situación de gravedad en que vivimos, y también de que ha habido un punto de inflexión con esta huelga; quizá ya se había producido, pero ahora se ha visto, y solo habrá que esperar a la siguiente barbaridad política para confirmarlo.


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@cheaale

1 comentario:

  1. Este texto merece más entrega en el comentario..., I'll come back!!

    AT.

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